​Proveniente de Ovalle, llegó a Aconcagua hace más de dos décadas. Con la esperanza de un futuro mejor, primero se estableció en Catemu y luego se trasladó a Los Andes. Aquí trabajó como arenero y fabricando carbón. Hoy, vive en un ruco a la orilla del río, acompañado únicamente por sus mascotas. Dice recibir una pensión que apenas le permite sobrevivir, pero está conforme. Sin embargo, no todo es desesperanza. La solidaridad de aquellos que saben de su existencia, le brinda algo de apoyo y compañía en su solitaria lucha, entre ellos, Arnaldo reconoce a Carabineros. Sus días transcurren entre su refugio y el centro de la ciudad. Durante el último tiempo, los trabajadores de la nueva Prefectura de la PDI han sido testigos de su rutina. Un día, notaron que Arnaldo no podía moverse debido a problemas en sus rodillas, lo que los motivó a brindarle ayuda y hoy esperan que las autoridades también se movilicen. La historia de Arnaldo es solo una de las muchas que existen en la zona. Su vida obliga a tener presente que detrás de cada persona en situación de calle hay una historia. En este rincón del valle, la solidaridad aún tiene un rostro humano. Arnaldo Barraza y Kevin, ponen sobre la mesa la lección, y es que, aunque la vida puede ser dura y solitaria, siempre hay lugar para la esperanza y el apoyo mutuo.

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